Los campos de concentración franquistas, al decir de Carlos Hernández de Miguel, (‘Los campos de concentración de Franco’) fueron “la primera pata de un régimen represivo”, y tuvieron especial protagonismo durante la guerra, pero, sobre todo, tras la victoria del bando rebelde. En ellos, presos políticos y prisioneros de guerra, además de ser obligados a realizar trabajos forzados, con escasa o nula remuneración (en la mayoría de los casos, con unas asignaciones económicas ridículas), murieron de hambre y enfermedades, sufrieron toda clase de torturas y humillaciones y soportaron un proceso de “reeducación” destinado a reprogramarlos como fieles súbditos de la nueva España.
Este autor ha identificado cerca de trescientos campos repartidos por toda España, entre los que destacan el de Miranda de Ebro (Burgos) y el hoy Hostal de San Marcos (en León). Por esos campos de prisioneros pasaron entre 700 mil y un millón de personas.
En nuestra Región, según Hernández de Miguel, hubo unos 11 campos, ubicados en las obras del embalse del Cenajo y en localidades como Totana, Cieza, Archena y, en Cartagena, para labores en la minería unionense y en las obras de rehabilitación del Colegio de las RR. Adoratrices.
En la cercana localidad de San Isidro, en Alicante (junto a Albatera) funcionó un campo de triste recuerdo, evocado por la novelista Isabel María Abellán en sus obras ‘La línea del horizonte’ e ‘Isidro’.